martes, 2 de diciembre de 2008

A veces no sé si me quieres

-A veces no sé si me quieres, o sólo estás conmigo por pasar el rato, dijo, antes de colgar. Él no conseguía entenderlo. ¿Por qué se había puesto así? Dejó escapar un suspiro, mientras cerraba la tapa de su teléfono. No era la primera vez que le acusaba de eso. No era la primera que lo hacía, la verdad. Se inclinó ante la fuente de agua, para servirse un vaso de agua fría, y se tomó un momento para dar un trago, solo en la cafetería de la empresa. Pero su mente no estaba en ello.

Siempre era lo mismo, al final. Todas sus parejas le habían acusado de frío, de no expresar su calidez por ellas. Y tenía que admitir que no era de los que repiten, como un salmo, un "te quiero" cada vez que el reloj marcaba una hora en punto. Llevaba a rajatabla cumpleaños, aniversarios y demás fechas, más por los problemas que le causó en el pasado la poca atención a los detalles que porque fuesen realmente importantes. El tiempo le había enseñado a cubrirse las espaldas.

Pero ¿Qué tenía de malo que quisiese aprovechar su bajada al centro para comprarse unos pantalones para verla? No comprendía porque, cuando le dijo que quedarían un poco más tarde porque quería hacer unas compras, se había sentido tan decepcionada. ¿Por qué no se alegraba de que, cada vez que se acercaba a su barrio, la llamase para poder verla? ¿De que verla le hiciese feliz?

Todos sus encuentros eran tan agradables. Besarse en la boca de metro ante la que habían quedado, buscar una cafetería acogedora en la que sentarse juntos, resguardados del frío de la ciudad. Mirarla a los ojos. Charlar del día a dia. Poner su brazo en sus hombros, y apretarla contra él.

¿Tendría razón? Esto le sucedía una y otra vez. ¿Y si jamás hubiese tenido ese amor de las películas, en el que el mundo se abre y suena música de violines? ¿Y si nunca hubiese amado?

Se sentó ante el ordenador, con un breve saludo a sus compañeros. El equipo le exigía su clave para poder iniciar la sesión. Una clave numérica que había memorizado cuidadosamente, en vez de apuntarla en un post it como hacían sus compañeros. Para ello, usó un método mnemotecnico que consistía en sustituir cada número por una consonante, añadirle las vocales que quisiese y formar una palabra o frase que le recordase la cifra. Su clave era 140695. Cambiandola por letras, daba "tqrsbl"

"Te quiero, Isabel"

Suspiró por segunda vez. Hoy tenía que ser encantador. No podía perderla por una tontería.

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